¿Qué es diversidad funcional?

Diversidad funcional o discapacidad

¿Por qué hay dudas al hablar de diversidad funcional o discapacidad?

¿Diversidad funcional o discapacidad? ¿Cuál es el término correcto? En la actualidad sigue existiendo bastante confusión acerca de cómo deberíamos referirnos a las personas que poseen algún tipo de disminución física, psíquica o sensorial que los incapacita o les pone dificultades a algún nivel. No son pocos los que se preguntan por qué existen varias formas de denominar a estas personas, en qué se diferencian y cuál es la más adecuada.

Deberíamos partir de la base de que el lenguaje que empleamos moldea, en cierta forma, la realidad que nos rodea. Para comprobarlo, podemos recordar que las personas con discapacidad o diversidad funcional hace un tiempo eran denominadas “inválidas”, “minusválidas” o “incapacitadas”, términos todos ellos que hoy en día nos suenan realmente mal. 

¿A qué se debe ese cambio? Muy sencillo: hace años no se le daba tanta importancia al hecho de que las connotaciones asociadas a las palabras se acaban trasladando a las realidades a las que dan nombre. Así, cuando anteriormente se llamaba “inválida” a una persona con discapacidad, de alguna manera se le estaba diciendo justo eso, que no era realmente válida, que era menos que las demás personas.

Además, referirnos de esa forma a las personas con algún tipo de disminución implica situar en el centro no la dignidad personal -que siempre debería ser la misma- sino la capacidad: tanto puedes hacer, tanto vales.

Así llegamos al debate entre diversidad funcional y discapacidad. Este último es un término que se ha utilizado desde hace tiempo para referirse a este colectivo, pero, como puede tener también connotaciones negativas (sobre todo cuando algunas personas hablan de “discapacitados” en lugar de “personas con discapacidad”), el concepto de diversidad funcional ha empezado a cobrar fuerza.

 

¿Por qué algunas personas prefieren hablar de diversidad funcional?

El término “diversidad funcional”, surgido de entre las propias personas afectadas, pretende dejar de hablar de capacidades y, poniendo a las personas en el centro, pasar a hablar de espacios. Se entiende, pues, que todos somos diversos en cuanto a nuestras funcionalidades, en mayor o menor grado, y que la clave no es la capacidad individual, sino el entorno en el que nos movamos. En un entorno adecuado todos tenemos capacidades similares; así pues, se entiende que debemos trabajar para crear entornos en los que todas las personas puedan desarrollar al máximo su potencial (por ejemplo, adaptando los puestos de trabajo a las personas con diversidad funcional).

El principal atractivo de este término es que reivindica el valor de la diversidad humana, no solo a nivel de capacidades, sino también, de forma extensiva, a los niveles cultural, sexual, generacional, etc.Zombie Defense Mod Apk Se parte de la base de que la diversidad no supone un problema, sino que enriquece y genera aprendizaje y nuevas oportunidades.

 

¿Por qué algunas personas prefieren seguir hablando de personas con discapacidad?

Sobre este término, es importante señalar que, como ya hemos avanzado líneas arriba, lo correcto es hablar de personas con discapacidad, en lugar de personas discapacitadas. De esa forma señalamos que la discapacidad es una característica más de la persona, pero no lo que la define completamente (como sí sucedería si hablásemos de “discapacitados”). 

Se trata, de nuevo, de pensar en entornos: las discapacidades solo son relevantes en ciertas circunstancias, pero no deberían condicionar toda la vida de una persona ni, por supuesto, menoscabar su dignidad.

 El hecho es que hay algunas personas y colectivos que prefieren hablar de personas con discapacidad en lugar de emplear el término “diversidad funcional”. El motivo es la visibilidad: al ser “diversidad funcional” un término nuevo y algo vago, se cree que puede invisibilizar al colectivo de personas con discapacidad dentro de un conjunto formado por muchos otros grupos y, de esa forma, reducir su nivel de protección -una protección que sigue siendo muy necesaria- y provocar confusiones e incluso inseguridad jurídica. 

Lo mismo sucede con términos alternativos como “personas con capacidades diferentes”, que no han logrado demasiada aceptación por ser excesivamente vagos.

 

Lo más importante: centrarse en las personas y escuchar sus opiniones

Independientemente del término que empleemos, la clave de este debate es que, como ya hemos comentado, el foco se pone en todo momento sobre las personas, y nunca en las capacidades. La idea final es librarse de prejuicios y evitar estigmatizar a personas que, como ya hemos visto, pueden desenvolverse sin problemas en el contexto adecuado: puede que lo hagan de forma diferente, en ocasiones, pero lo hacen con la misma eficacia. Si el lenguaje moldea la realidad, al menos hasta cierto punto, las palabras que utilizamos importan.

En ese sentido, es importante entender también que quienes deben decidir cómo ser nombradas son precisamente las propias personas con discapacidad o diversidad funcional. Si el objetivo de buscar un término adecuado es favorecer su dignidad humana y su independencia, nada será más importante que escucharles y entender sus preferencias, inquietudes y deseos.

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